Cuando Pilar no era Ciudad

Remembranzas (1º nota)  por el Dr. Luis Murad (*)

¿Cuando Pilar se hizo Ciudad ?

Fue en tiempos del Intendente Juan Cirilo Sanguinetti, y por resolución del Gobernador Oscar Alende, para muchos memoriosos, el mejor Gobernador que tuvo la Provincia de Buenos Aires. Desde entonces, el pueblo de 10.000 habitantes, se transformó en ciudad,  con alrededor de 100.000.

La población acostumbraba, en verano, a tomar  fresco en la vereda en confortables sillones, una manera de soportar los calores, con algunas brisas que generaban el pavimento recién regado. Al anochecer se ubicaban los sillones en la puerta de casa y allí se practicaban las tertulias de los vecinos. A la hora de cenar, los asientos quedaban vacíos en su lugar, sin que nadie se apoderara de ellos.

Había dos carteros, Domingo Rodríguez y Máximo Benítez, el primero ejercía su función a pié y el segundo, a veces, a caballo, todos los días, así fuera solamente una carta, con el sagrado deber de entregarla  en mano, acompañada siempre de cordiales palabras de cortesía. Su presencia era esperada, por ser la única manera de recibir algún mensaje.

La carne y el pan se repartían diariamente, llegando a destino, cualquiera fuera su cantidad, la distancia y el estado del camino.

 El caballo, amadrinado, se detenía frente a la puerta o la tranquera. También era suya la responsabilidad. Distribuían el pan, Luciano Valencia, el gallego Fernández y Pelliza, de las tres panaderías que había en el pueblo.

Los diarios venían en camiones en las madrugadas. A las cuatro de la mañana el único negocio abierto era la carnicería de mi padre, y allí dejaban los paquetes que mas tarde retirarían el representante en Pilar, Don Federico Martinelli. A manera de gratificación, dejaban un ejemplar de La Prensa. Así fue que desde chico fui lector de ese diario, hasta que la desafortunada Ley Visca, que en tiempos  de Perón clausuró noventa y seis publicaciones, entre ellas La Prensa, por entonces, el cuarto diario en el mundo.

El pavimento de este Pilar, llegaba a la esquina de Ituzaingó y Buenos Aires ( hoy Hipólito Irigoyen) conocida como la esquina de Busquets, por referencia a su propietario, Alfonso Busquets. Hasta allí llegaba el mundo en los inviernos lluviosos.

  La Escuela No. 1 , una leyenda

  Iniciada su actividad cuando Pilar no era ciudad, permanece hoy orgullosamente erigida en la esquina de Rivadavia e Hipólito Irigoyen  (por entonces Buenos Aires ), por donde pasaron miles de alumnos que la recuerdan permanentemente.

En su homenaje y ya cuando Pilar se hizo ciudad, se levantó frente suyo un modesto pero muy significativo monumento que recuerda y agradece a las tantas maestras que pasaron por sus aulas , enseñando con la palabra y sobretodo con su ejemplo, las elementales normas de educación y aprendizaje, tan fundamental para el desarrollo de un país.

Al nombrar algunas de las docentes corremos el riesgo de omitir a muchas, pero si no lo hacemos, omitiremos a todas. Nos circunscribimos a nombrar algunas que actuaron cuando Pilar no era ciudad, es decir, cuando era una aldea y luego un pueblo. María Laborde de Costa, la Directora de todos los tiempos, Elena Irazoqui de Melo, Beatriz Dozo de Talmadge, Otilia Pérez, Sabina Saffirio, Rosalía de Savage, Elba Marzano de Ferrá, Zugasti. Citando solamente a muy pocas, pretendemos homenajear a todas las que dieron brillo a una época que no conocieron huelgas, en buena parte porque sus salarios fueron los mas elevados, en justo reconocimiento a su loable tarea.

Los días patrios, luego del acto alusivo, se  repartían caramelos y aún está fresco el recuerdo de Don Braulio Zugasti, Secretario del Concejo Escolar, entregando golosinas y haciendo la vista gorda, cómplice, cuando un alumno pasaba dos veces. Los chicos fueron pícaros siempre.

Para actualizar el programa cuando estaba atrasado, la Señora Beatriz D. de Talmadge dictaba dos horas de clase por la tarde “ ad honorem”.

La Escuela No 1 resistió a los avatares de la política, siempre se mantuvo por encima de las pequeñeces de los políticos de turno. Fue y es un emblema de la educación, un verdadero orgullo para la comunidad pilarense.  

(ver la segunda nota)